En la nota del fin de semana pasado compartía con ustedes el acompañamiento a Roberto, una historia que hoy quiero retomar. Les copio un párrafo de la nota anterior: “Un hombre de 74 años, compartía conmigo que le cuesta encontrar el sentido a todo esto que está viviendo. Es un hombre con una enfermedad avanzada, con un deterioro en su organismo importante y su cabeza lúcida. Siente que estuvo detrás del trabajo, su negocio, veía poco a su familia, le costaba comunicarse con ellos y hoy se encuentra en un lugar donde el dolor emocional es muy fuerte, se angustia mucho y sigue costándole hablar con su mujer y sus dos hijos. Eso angustia mucho”.
A su esposa le preocupaba mucho de Roberto el no poder hablar, el estar tan ensimismado. Ella pensaba en sus hijos, en sus nietos y la supuesta indiferencia de Roberto. En mí convivían pensamientos que era la manera que tenía Roberto de despegarse de esta vida, de sus seres queridos. Por otro lado su esposa prefería que sus últimos días los viva en alguna clínica. Para ella era mucho ese cuidado. El prefería quedarse en su casa. A nosotros como Equipo de Cuidados Paliativos también nos venían dudas de que era lo mejor para Roberto y su familia.
Esta semana recibo la noticia que a Roberto lo habían internado en una clínica, estaba muy dormido. Al día siguiente me comunico con su esposa y me cuenta que esa mañana se había despertado, que abrió los ojos, que comenzó a hablar. Justo ese día era el cumpleaños de su hija. Todo un milagro!
Aquello que le costaba compartir lo pudo hacer, pudieron tener un encuentro familiar y luego al otro día de a poco se fue apagando nuevamente hasta que partió. Se cumplió aquello que las personas que trabajamos en Cuidados Paliativos vemos: en algunos pacientes existe una cierta mejoría de unas horas y ahí es donde suceden acontecimientos lindísimos: procesos que se van cerrando, cosas que se pueden cumplir, temas pendientes que se pueden hablar, encuentros inimaginables. Que regalo de cumpleaños le hizo Roberto a su hija y a su familia!! Muy emocionante…
Esto confirma y traigo a ustedes la metáfora que la vida a veces la vemos, la vivimos mirando el reverso de un tapiz donde las lanas se entrecruzan, donde estamos inmersos en las dificultades, en situaciones difíciles, donde nos cuesta entender lo que está pasando, donde no podemos distinguir el dibujo que se está formando y en algún momento hacemos el “click” y vemos la belleza del tapiz, la belleza de la vida.
Quiero compartir con ustedes algunas preguntas para hacernos juntos: ¿Cómo estamos viendo nuestra vida, desde el reverso o comenzamos a ver el bordado que estamos tejiendo? ¿Qué lanas usamos para bordar? ¿Con quiénes compartimos este tejido del tapiz? ¿Escuchamos sus sugerencias, opiniones? ¿Nos cuesta esperar a ver el bordado, o ya queremos verlo terminado? ¿Necesitamos tener bajo control cada acción, nuestras decisiones, las decisiones de los demás?
Gracias Roberto y a tu familia porque me enseñaron a respetar, a confiar que las decisiones tenían un por qué y una vez más el final de vida de una persona nos demuestra que hay un tiempo para cada cosa.
Por Mariana Soiza Piñeyro (*)
(*) Licenciada en Relaciones Públicas y Consultora Psicológica.
Especializada en Cuidados al final de la vida y orientación a familiares, en Buenos Aires.
Articulo Publicado en https://misionesonline.net